domingo, 22 de abril de 2012

LOS RIESGOS DEL EFECTO BARNUM

También suele ser útil comenzar por los aspectos más favorables para el sujeto, o menos problemáticos. Las tareas diagnósticas pueden ser vividas por el profesional con cierto temor, por la responsabilidad legal y ética que suponen. Weiner (1995), por ejemplo, señala tres reglas para evitar ese tipo de riesgos que puede ser útil recoger aquí:
- Ante cualquier tarea, imagina que un crítico conocedor y poco amistoso está mirando por encima de tu hombro.
- Ante cualquier cosa que digas, imagina que será tomada bajo la luz más desfavorable y utilizada en tu contra.
- Ante cualquier cosa que escribas, imagina que será leido en voz alta, de forma sarcástica, ante un tribunal.

Tener presentes estos principios puede ayudarnos a evitar el pago de indemnizaciones por responsabilidad civil. La actitud que subyace a ellos, no obstante, también entraña importantes riesgos de tipo ético. Puede parecer que lo más fácil es redactar informes poco comprometidos. Pero esa "solución" nos lleva al Efecto Barnum.

El Efecto Barnum fue descrito por Paul Mehl (1956) para referirse a aquellos informes que consisten en descripciones en las que se mezclan estereotipos, vaguedad y evasividad. Incluyen afirmaciones universalmente válidas del estilo de: el paciente experimenta ansiedad, la madre presenta una mezcla de sentimientos frente a la conducta de su hijo, el sujeto unas veces está enfadado y otras veces está contento, etc. El error se modera si cuantificamos nuestras afirmaciones o buscamos ejemplos para ilustrarlas. Desgraciadamente existe una tendencia en las personas, bastante generalizada, a aceptar los informes tipo Barnum. Esa tendencia que explica, entre otras cosas, el éxito de los horóscopos y de todas las "mancias", ha sido demostrada en numerosos estudios, sin que aparezcan diferencias entre los sexos. Una investigación relevante es la de Snyder y Newberg (1981), con 96 mujeres, estudiantes, que mostró la tendencia a aceptar con mayor facilidad las descripciones favorables, e igualmente a aceptar las descripciones procedentes de una figura de prestigio -por ejemplo, el psicólogo- aunque en ese caso no fueran favorables.

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